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[FINANZAS] Una operación en la que todos ganan, menos España

@S. McCoy - 22/11/2008 06:00h
La operación de Lukoil con Repsol apesta. Hiede desde muy lejos. Destila un olor nauseabundo que emana de la putrefacción que ha presidido, desde sus inicios, la entrada de Sacyr en la compañía. De aquellos barros vienen estos lodos, que ahora se intenta contener con una transacción que encierra muchas más sombras que luces. Como en las novelas de Agatha Christie probablemente no sabremos hasta la última página quien es el responsable de haber pergeñado una acción corporativa como la que actualmente se encuentra sobre la mesa, de enorme riesgo explícito para el futuro energético de nuestro país. Si el gobierno, la propia firma, sus accionistas de referencia o los financiadores. O una mezcla trincona de todos ellos. Pero de lo que sí podemos estar seguros es que, con Endesa en manos de una compañía estatal italiana, y el aprovisionamiento de gas nacional extraordinariamente dependiente de otra sociedad de carácter público, en este caso argelina, dejar Repsol al albur de una parte de la siniestra oligarquía empresarial rusa es una decisión, cuando menos, reprobable por no emplear calificativos mayores. Por eso servidor se apunta a la tesis coincidente de las editoriales de ayer tanto de El País como de El Mundo: no podemos confiar extramuros en que argumentos de reciprocidad o de indignidad de los inversores paralicen la compra del 30% de la petrolera española. El freno lo hemos de poner en casa si no queremos que el mañana sea aún peor de lo que ya parece. Que ya es decir.

Primera extrañeza. Resulta cuando menos curioso que quien menos ha hablado hasta ahora sea el que más tiene que decir: Luis del Rivero. Chocante, ¿no les parece? Da la sensación que ya ha dicho todo lo que tenía que decir, en los foros en los que tenía que hacerlo. Ustedes mismos; aquí aguardo yo con la escopeta del conocimiento cargada a la espera de que se produzca una resolución favorable a mis intereses. ¿Y si no es así? Bueno, pues ya saben a lo que se exponen. Ayer por ti, hoy por mí. Una amenaza velada que habría activado un doble mecanismo de protección. Por una parte, la de un gobierno chapucero que ha hecho lo de todos, pero a la Pepe Gotera y Otilio, y que se ha visto obligado a buscar una salida al problema de la forma más perentoria posible. Está por ver si la defensa de la españolidad de petrolera, esgrimida por Miguel Sebastián, no es sino una pose formal o si, por el contrario, Zapatero se ha dado por fin cuenta que tal fuente de calamidades, como es el ministro, queda amortizada como vía para proponer las posibles soluciones a los mismas. De momento es el presidente el que formalmente ha dado elnihil obstat a la transacción, acuerdo supervisado por su pacifista consejero áulico, que hay que cuidar a los amigos, no se vayan a morir de hambre. Por otra, la de un Brufau que ve que de todo esto no se puede deparar nada bueno para su continuidad en la cima directiva de Repsol y decide ayudar a encontrar el partenaire bajo una doble condición: protección de su posición en la empresa y blindaje millonario para salvaguardar el futuro. La suma de estos dos factores es la que da sentido pleno a esa declaración gubernativa de que condición para que siga adelante la potencial adquisición es que la firma siga siendo dirigida por españoles. ¿Entienden ahora?

Segunda extrañeza. A servidor le choca que, en medio de la confusión que preside la información que, sobre la cuestión, ha asomado hasta ahora a los medios parezca que la fuerza en la posición negociadora la tienen los vendedores y no el comprador. Todo el Madrid financiero sabe que Sacyr es fruta madura a punto de caer y que, llegados a este punto, su capacidad de actuar desde la racionalidad y no desde la desesperación es muy pero que muy limitada. Si yo fuera a comprar algo a la constructora, en un entorno de no competencia, por la ausencia de financiación, como el actual, estaría tamborileando los dedos a la espera de que el precio llegara donde yo quiero y no al nivel que el vendedor pretende. El tiempo corre a mi favor, sin duda alguna. ¿Por qué pagar una prima cercana al 100% cuando, además, existe de partida una limitación estatutaria a mis derechos de voto, no sé qué va a pasar con mi participación en Gas Natural, tengo un panorama poco aclarado en Latinoamérica y me encuentro con un entorno recesivo que va a limitar el consumo en mis mercados de referencia? Porque es el precio de la tranquilidad para todos, nivel en el que nadie pierde, salvo España. La pregunta que surge entonces es: ¿qué prebendas se lleva aparejadas el adquirente? Sería bueno que alguien lo explicara porque a estas alturas de la película lo de los duros a diez pesetas no se lo creen más que los impulsores de la operación. Una de las claves a vigilar.

No es mucho mejor tampoco la posición de los bancos acreedores, especialmente cuando la financiación pendiente del 20% de Sacyr en la compañía petrolera excede, a día de hoy, lo que vale el 30% de Repsol en el mercado. Si servidor fuera el adquirente, me subrogaría en el sindicado, por supuesto, que no hay quien salga a pedir pasta por ahí estos días. Pero lo haría con condiciones y, desde luego, no pasaría por el aro de aportar garantías adicionales de partida. Que cada palo aguante su vela. Yo quiero comprar y estoy dispuesto a aceptar el esquema financiero fundamental establecido de antemano por la firma presidida por Luis del Rivero pero ajústenme a la baja el valor de las acciones pignoradas y asuman la quita correspondiente. De lo contrario, ustedes mismos. Porque el problema de la constructora no es que la garantía valga cada vez menos, que también, sino que la deuda, principal e intereses, hay que pagarla y que cada día que pasa las posibilidades de que ese pago se materialice son menores. Ocurre exactamente lo mismo que comentábamos en el párrafo anterior: la fuerza negociadora no es de la banca, como tampoco era de los vendedores, sino de Lukoil.

Concluyo. El primer borrador de este artículo evocaba a Trinitario Casanova y a su burda pretensión de hacer creer al mercado que unos inversores fantasmas mejicanos estaban dispuestos a pagar una prima sustancial por un paquete minoritario en el Banco Popular. Ya saben cómo terminó toda esa historia. Pues bien, no se crean que este potencial acuerdo, tal y como está planteado, no evoca gran parte de los absurdos que entonces pusiéramos encima de la mesa. Puede que salga adelante o puede que no y que, como apunta algún analista más o menos bien informado, la secuencia última de toda esta sucesión de acontecimientos sea la siguiente: comprador nefando, reacción social, salvaguarda patria, estatalización de Repsol con la consecuente neutralización de del Rivero, función del precio finalmente acordado, y la materialización del control político sobre una de las principales empresas de este país. Pero sea de una manera o de otra, ustedes y yo seremos los que pagaremos, de un modo u otro, el pato: si Lukoil se lleva el gato al agua porque estaremos aún más indefensos en el suministro de una materia prima que es limitada y, por tanto, finita en el tiempo; si, por el contrario, Repsol acaba en manos de la Administración, porque habrá sido el triste resultado de una conspiración política y no la aplicación concreta de una estrategia energética coherente. Virgencita, virgencita que me quede como estoy: prefiero como accionista a la banca acreedora, con un pacto de sindicación sujeto a la supervisión de la administración, que cualquiera de las otras opciones. Como siempre, una opinión más. Su turno.

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Publicado por VRedondoF para FINANZAS el 11/22/2008 10:33:00 AM