Claves para emprender con éxito
Las posibilidades de obtener grandes beneficios junto a la satisfacción de llevar a cabo algo por cuenta propia, son los factores que, en la mayoría de las ocasiones, empujan a muchas personas a alguna aventura empresarial. Las cifras, sin embargo, asustan: de cada diez empresas que se crean, cinco no llegan al cuarto año de vida, y ocho han desaparecido antes del séptimo año.
¿Qué factores determinan el éxito empresarial?
1. Idea: tener una buena idea es recomendable, aunque no imprescindible y, en todo caso, insuficiente. No se trata tanto de hacer grandes descubrimientos como de identificar una «ventaja competitiva», esto es, «que tengo yo que la competencia no tiene»; y ésta puede consistir, entre otras, en la capacidad de reducir costes, en la localización estratégica de un local, o en el segmento de mercado al que uno se dirige.
2. Gestión: una cosa es tener una buena idea y, otra diferente, tener un buen negocio. Una buena idea se transforma en un buen negocio cuando se gana dinero; y lo que hace que la primera se convierta en lo segundo, es la gestión. Lo complicado no es montar una empresa –esto lo puede hacer cualquiera– sino gestionarla eficazmente.
3. Equipo: «Destruid mis fábricas, mis instalaciones y mis archivos. Pero dejadme mis cuadros directivos y me repondré en dos años» (R. Arana). Si el éxito de una empresa está en su gestión, la clave está en rodearse de buenos –los ¡mejores!– profesionales. Las personas son los principales impulsores (destructores) de las organizaciones. Todo lo bueno (malo) que llegue a ser una empresa depende, por encima de sus productos, tecnología o cualquier otro factor, de su equipo de gente.
4. Capacidad de trabajo: el emprendedor vive para su negocio: 24 horas al día, 7 días a la semana, 52 semanas al año. Siempre con la empresa a cuestas. Los negocios reclaman lo mejor del individuo. Además, en los comienzos, el control de los costes es primordial, por lo que hay que estar dispuesto a hacer de todo con tal de ahorrar unos euros; uno no se puede dar grandes alegrías; lo mínimo para rendir lo máximo.
5. Paciencia: no se quita el candado, se abre la puerta el primer día y los clientes están fuera esperando como locos para entrar. Más bien sucede lo contrario. El primer día no entra nadie; el segundo algún despistado; y así poco a poco hasta que uno va haciéndose un nombre y empieza a ser conocido. Este proceso puede llevar meses o incluso años, por lo que armarse de paciencia es imprescindible hasta que se recogen los ansiados beneficios con los que se sueña. Nada importante se logra de manera inmediata.
6. Visión de futuro: es necesario que el emprendedor sea un adelantado a su época y vaya por delante del mercado; de otro modo, el fracaso está casi asegurado. El verdadero emprendedor vive en el futuro, sin desatender el presente. Tiene su mirada puesta en el mañana: nuevos productos, nuevos mercados, nuevas alianzas… que permitan diversificar y adaptarse a los nuevos tiempos.
7. Capacidad comercial: contar con un producto atractivo es importante, pero mucho más lo es aún, ser capaz de captar clientes; dicho de otro modo, «una cosa es conquistar un continente, y otra, poblarlo y desarrollarlo» (B. Herrero). Sin capacidad comercial las probabilidades de éxito son reducidas. Cualquier empresa, con independencia del sector al que se dedique, vive de vender: electrodomésticos, pizzas o proyectos de consultoría.
8. Planificación: el empresario no puede moverse por impulsos. La planificación estratégica -qué hacer (objetivos), cómo (medios), cuándo (plazos), y con quién (personas)– es una de las patas claves del éxito empresarial. Sin planificación, se pierde tiempo y se hace perderlo a los demás.
9. Ilusión: la pasión por dejar huella es algo inherente al empresario. El emprendedor vibra con su empresa. Sin esa especie de «alucinamiento» empresarial no es posible alcanzar cotas elevadas. Además, es importante que esa actitud se mantenga en el tiempo, ya que si la empresa se convierte en rutina, los días están contados. Como dice Amancio Ortega: «No vale la pena ser empresario sólo para ser rico».
10. Gestión de tensión: un empresario está continuamente gestionando inconvenientes, incertidumbres, limitaciones... Se necesita una gran tolerancia a la adversidad y ambigüedad que no todo el mundo tiene ni está dispuesto a aguantar. En cierto modo un empresario como un equilibrista que siempre intenta mantener el equilibrio (ver post «El hijo de la novia», 10/10/07).
¿Qué factores determinan el éxito empresarial?
1. Idea: tener una buena idea es recomendable, aunque no imprescindible y, en todo caso, insuficiente. No se trata tanto de hacer grandes descubrimientos como de identificar una «ventaja competitiva», esto es, «que tengo yo que la competencia no tiene»; y ésta puede consistir, entre otras, en la capacidad de reducir costes, en la localización estratégica de un local, o en el segmento de mercado al que uno se dirige.
2. Gestión: una cosa es tener una buena idea y, otra diferente, tener un buen negocio. Una buena idea se transforma en un buen negocio cuando se gana dinero; y lo que hace que la primera se convierta en lo segundo, es la gestión. Lo complicado no es montar una empresa –esto lo puede hacer cualquiera– sino gestionarla eficazmente.
3. Equipo: «Destruid mis fábricas, mis instalaciones y mis archivos. Pero dejadme mis cuadros directivos y me repondré en dos años» (R. Arana). Si el éxito de una empresa está en su gestión, la clave está en rodearse de buenos –los ¡mejores!– profesionales. Las personas son los principales impulsores (destructores) de las organizaciones. Todo lo bueno (malo) que llegue a ser una empresa depende, por encima de sus productos, tecnología o cualquier otro factor, de su equipo de gente.
4. Capacidad de trabajo: el emprendedor vive para su negocio: 24 horas al día, 7 días a la semana, 52 semanas al año. Siempre con la empresa a cuestas. Los negocios reclaman lo mejor del individuo. Además, en los comienzos, el control de los costes es primordial, por lo que hay que estar dispuesto a hacer de todo con tal de ahorrar unos euros; uno no se puede dar grandes alegrías; lo mínimo para rendir lo máximo.
5. Paciencia: no se quita el candado, se abre la puerta el primer día y los clientes están fuera esperando como locos para entrar. Más bien sucede lo contrario. El primer día no entra nadie; el segundo algún despistado; y así poco a poco hasta que uno va haciéndose un nombre y empieza a ser conocido. Este proceso puede llevar meses o incluso años, por lo que armarse de paciencia es imprescindible hasta que se recogen los ansiados beneficios con los que se sueña. Nada importante se logra de manera inmediata.
6. Visión de futuro: es necesario que el emprendedor sea un adelantado a su época y vaya por delante del mercado; de otro modo, el fracaso está casi asegurado. El verdadero emprendedor vive en el futuro, sin desatender el presente. Tiene su mirada puesta en el mañana: nuevos productos, nuevos mercados, nuevas alianzas… que permitan diversificar y adaptarse a los nuevos tiempos.
7. Capacidad comercial: contar con un producto atractivo es importante, pero mucho más lo es aún, ser capaz de captar clientes; dicho de otro modo, «una cosa es conquistar un continente, y otra, poblarlo y desarrollarlo» (B. Herrero). Sin capacidad comercial las probabilidades de éxito son reducidas. Cualquier empresa, con independencia del sector al que se dedique, vive de vender: electrodomésticos, pizzas o proyectos de consultoría.
8. Planificación: el empresario no puede moverse por impulsos. La planificación estratégica -qué hacer (objetivos), cómo (medios), cuándo (plazos), y con quién (personas)– es una de las patas claves del éxito empresarial. Sin planificación, se pierde tiempo y se hace perderlo a los demás.
9. Ilusión: la pasión por dejar huella es algo inherente al empresario. El emprendedor vibra con su empresa. Sin esa especie de «alucinamiento» empresarial no es posible alcanzar cotas elevadas. Además, es importante que esa actitud se mantenga en el tiempo, ya que si la empresa se convierte en rutina, los días están contados. Como dice Amancio Ortega: «No vale la pena ser empresario sólo para ser rico».
10. Gestión de tensión: un empresario está continuamente gestionando inconvenientes, incertidumbres, limitaciones... Se necesita una gran tolerancia a la adversidad y ambigüedad que no todo el mundo tiene ni está dispuesto a aguantar. En cierto modo un empresario como un equilibrista que siempre intenta mantener el equilibrio (ver post «El hijo de la novia», 10/10/07).
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Publicado por VRedondoF para TDM el 3/14/2009 12:37:00 PM