Dirigir bien
En cierta ocasión comentaba el pensador Javier Fernández Aguado la siguiente historia.
Un directivo le comenta a otro:
– Estoy intranquilo, porque desde que el director general acudió al curso de liderazgo la empresa va mucho mejor.
El otro, algo extrañado, le pregunta:
– ¿Qué es lo que te preocupa?
– Que acabó ayer y hoy vuelve, concluye el primero.
Una vez el Presidente de Sanitas, John de Zulueta, me decía lo siguiente: “Un buen jefe vale oro. He tenido un par en mi carrera. Jefes que te apoyan, te defienden, te permiten los errores, hay pocos. Hay mucha gente falsa, trepadora, narcisista, buscando su gloria personal usando a los demás. He visto los dos extremos: lo muy bueno y lo muy malo, pero el problema no está en los negocios sino en las personas. En una empresa hay que fijarse en el carácter de los que la dirigen; el producto o servicio tienen poca importancia en la propia autorrealización. La gente se deja guiar demasiado por la marca o la empresa cuando lo realmente importante son las personas”.
Así es. Como explica también Fernández Aguado, la diferencia entre un “directivo” y un “buen directivo” es la misma que la que existe entre la “silla” y la “silla eléctrica”.
No obstante, para ser justos hay que decir que dirigir bien es algo complejo (se estima que sólo un 8% de las organizaciones tiene un liderazgo excelente) lo que requiere estar formándose continuamente: leyendo, asistiendo a seminarios y jornadas, reflexionando constantemente, poniéndose en manos de un buen coach... Y aún así nunca se sabe lo suficiente. Cada persona es un mundo, cada organización distinta, cada entorno diferente... Muchas ganas de mejorar, mucha práctica y mucha reflexión, serían las pautas a seguir.