“Sobre el euro somos muy claros. Hay dos alternativas: o convencemos a los países del sur de que tienen que abandonarlo o nos vamos los que nos atenemos a los criterios de Maastricht. Y si nadie quiere acompañarnos, no hay problema. Alemania se va sola”.
Son palabras de Herr Hans-Olaf Henkel vicepresidente del partido político AfD: Alternative für Deutschland, Alternativa para Alemania. Dejando a un lado otras afirmaciones y puntualizaciones que el partido plantea en ámbitos políticos, pienso que hay un componente de verdad y otro de no verdad en estas palabras del vicepresidente.
El componente de verdad: con la actual configuración de la UEM, con sus actuales reglas de funcionamiento la permanencia de ‘los países del Sur’ en el euro es insostenible. Ya fue ilógica su entrada máxime de la forma como entraron, pero su permanencia hoy no se sostiene, ni por productividad, ni por estructura de PIB, ni por competitividad; otra cosa es que zonas de ‘los países del Sur’ pudieran continuar siendo miembros de la zona euro.
Pero pienso que no se aguanta eso de que ‘Alemania se va sola’ y así, sola, puede continuar navegando por la economía planetaria. En un entorno que ya es postglobal y en el que absolutamente todo está vinculado e interrelacionado con todo, pienso que no tiene ningún sentido imaginar siquiera que alguien pudiera estar al margen de la realidad en la que se halla inmerso.
La pregunta: ¿puede llegar a tener verdadero recorrido el planteamiento de AfD?. Pienso que sí cuando la economía alemana empiece a tener problemas y mientras el voto popular continúe teniendo valor para elegir a gobiernos y parlamentos.
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.
AfD, el partido que preocupa a Merkel
Los democristianos pasan al ataque ante el ascenso de Alternativa por Alemania, el grupo que quiere acabar con el euro
La preocupación en los centros de poder de Berlín es evidente. El ascenso del partido eurófobo y conservador Alternativa por Alemania (AfD ) ha obligado a los democristianos de la CDU a pasar a la ofensiva. Hasta ahora, la estrategia era ignorarlos y confiar en su pronta desaparición. Pero las tres elecciones regionales del pasado septiembre han mostrado un peligro real. “Es evidente que mirar hacia otro lado no ha funcionado. Tenemos que salir a la palestra para decir que no basta con describir los problemas, también hay que solucionarlos”, señala al otro lado del teléfono el diputado de la CDU Wolgang Bosbach. “Primero nos ignoraron. Después han optado por hablar mal y luchar contra nosotros. La última fase será nuestra victoria”. Quien habla es Hans-Olaf Henkel, uno de los vicepresidentes de AfD. Este ex alto ejecutivo, típico ejemplo de la clase dirigente alemana, recibe en su elegante despacho berlinés decorado con motivos japoneses y ofrece al periodista hacer la entrevista en alemán, inglés o francés. En la cúpula del nuevo partido abundan los académicos. Por ejemplo, su líder, Bernd Lucke, es profesor de Economía. Precisamente a este dato se agarró el ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, para lanzarle una crítica feroz. “AfD utiliza sin escrúpulos la demagogia. No hay derecho a que su líder defienda el disparate de que a los alemanes les iría mejor sin el euro. Todos los economistas saben que con menos integración europea nuestro bienestar se reduciría”, dijo en una entrevista la semana pasada Schäuble, fiel escudero de la canciller Angela Merkel . Alternativa nació en febrero del año pasado, siete meses antes de las elecciones que dieron a Merkel su tercera victoria consecutiva. Obtuvieron entonces el respaldo de dos millones de alemanes, pero se quedaron a tres décimas del 5% de los votos necesario para entrar en el Bundestag. Los comicios europeos, donde obtuvieron siete escaños, confirmaron que iban en serio. Y en los tres Estados orientales que votaron el mes pasado lograron cerca del 10%. Las últimas encuestas les otorgan una intención de voto en torno al 8% en toda Alemania.
“Sobre el euro somos muy claros. Hay dos alternativas: o convencemos a los países del sur de que tienen que abandonarlo o nos vamos los que nos atenemos a los criterios de Maastricht. Y si nadie quiere acompañarnos, no hay problema. Alemania se va sola”, asegura Henkel. AfD nació como un partido centrado única y exclusivamente en el rechazo a la unión monetaria. “La absurda, grotesca política europea ha logrado que los alemanes seamos odiados en Grecia; y todo por aferrarse a ese becerro del oro que es el euro y que está condenado al fracaso”, recita de carrerilla.
Pero AfD ahora ya habla de más cosas. En los últimos meses ha ido ampliando su abanico de propuestas, apropiándose del espacio conservador que una CDU cada vez más al centro ha ido dejando libre. El partido que dice estar contra “la vieja política” se ha erigido en defensor de aquellos que reclaman mano dura contra la inmigración ilegal, de los que critican que Merkel haya aceptado el salario mínimo o de los que defienden una visión tradicional de la familia, en la que solo cabe el modelo hombre-mujer-niños. Pero la formación de Lucke no bebe solo de los caladeros de la CDU y de un partido liberal prácticamente en punto muerto. En el este del país, AfD ha captado tantos votos de antiguos simpatizantes de los poscomunistas de La Izquierda como de los democristianos.
Tras entrar en tres parlamentos orientales, Alternativa tiene ahora la vista puesta en las ciudades-estado de Hamburgo y Bremen, que votarán en 2015. Quieren demostrar que son un partido de implantación nacional y que el éxito en la parte oriental del país no fue fruto de la casualidad. ¿Qué les hace pensar que no acabarán como el Partido Pirata, que entró con fuerza pero duró poco?, “Porque somos los únicos que decimos que hay alternativas. Que esta política nos lleva al desastre”, responde Henkel.
Pese a los éxitos electorales, AfD ya acumula algunos problemas. Como las diferencias internas que han mostrado en asuntos como la posición ante Rusia o actuaciones como las de un diputado regional que publicó en Facebook una caricatura antisemita. “Lo hemos echado del grupo”, responde Henkel, representante del sector más liberal del partido, molesto ante la insinuación de que cobijan a radicales de ultraderecha en sus filas. “No tenemos nada que ver con Marine Le Pen o Nigel Farage. Mire con quién nos sentamos en el Parlamento Europeo, con los conservadores británicos”, asegura sin mencionar que los tories les aceptaron en contra de las indicaciones del primer ministro, David Cameron . Si no son radicales, ¿cómo se definirían entonces? “Somos el partido del sentido común, de los valores, de la decencia y de la tolerancia”, responde.